Toy felí.
En realidad, en el curso, no he aprendido muchas cosas
nuevas desde el punto de vista teórico. El problema es creértelo. La parábola
del hijo pródigo, por ejemplo. La sabemos pero ¿experimentamos la alegría que
sentiríamos si nos la creyéramos? (Nadie se ha emborrachado a base de repetir la
palabra “vino”.)
Pero estoy contento porque de alguna manera tengo fe y creo
en la misericordia de Dios. De algún modo soy feliz. En buena medida me doy
cuenta de que todo está ya aquí. Que no hay que buscar más. Que la fuente está en
la sed. Que no hay que esperar encontrar fuera lo que ya tenemos dentro.
En el retiro se leyeron varias veces cuentos de Anthony deMello.
EL PEQUEÑO PEZ
«Usted perdone», le dijo un pez a otro, «es usted más viejo y con más
experiencia que yo y probablemente podrá usted ayudarme. Dígame: ¿dónde puedo
encontrar eso que llaman Océano? He estado buscándolo por todas partes, sin
resultado».
«El Océano», respondió el viejo pez, «es donde estás ahora mismo».
«¿Esto? Pero si esto no es más que agua... Lo que yo busco es el Océano»,
replicó el joven pez, totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a
buscar en otra parte.
Tras el retiro estoy feliz. Ya sé dónde está el Océano.
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