Vanidad
Encuentro a mi padre en la calle. Viene de comprar el pan y
el periódico. “Tienes que dejarme dinero” me dice disgustado. “Quiero tener
dinero, por si lo necesito”. Normalmente la mujer que lo cuida repone su
monedero para que no le falte para los pequeños gastos del quiosco. ¿Para qué
quiere tener más dinero?
Al día siguiente me lo explica la asistenta. Fueron al
dentista y fue ella la que llevaba dinero para pagar el taxi. Mi padre comentó
molesto que tendría que haber sido él quien pagara. “Cuando va un hombre con
una mujer tiene que ser el hombre quien paga.” Le fastidio aparecer ante el
taxista como un viejo, como un pobre viejo, que ya ni dinero lleva.
¡Qué fácil es ver la vanidad de los otros! No me cuesta nada
verla en él, y ver lo tonta y vacía que es, pero me pongo muy nervioso si
alguien araña mi “prestigio”.
Qué bueno sería poder decir con Pablo d’Ors:
“Mi meta no es hoy ser importante. Ni siquiera ser alguien.
Una aspiración de este género carece de sentido. Ya soy alguien. Ya soy
importante…”
Por algo d'Ors tiene una novela sobre la vida de Foucauld que se llama Olvido de sí.
Me identifico con tu padre. Espero llevar dinero algún día para pagar el taxi yo. Ser un pobre viejo es terrible y doloroso. Puedo entender su dolor.
ResponderEliminar