Los viernes a última hora tengo guardia.
Ayer me tocó acudir al aula de un grupo de segundo de la
ESO. El profesor que faltaba había dejado tarea. Se trataba de responder unas
preguntas tras la lectura de un pequeño relato que se encuentra en una antología
muy conocida de Harold Bloom.
Pude copiar las preguntas en la pizarra, ordenar que leyeran
todos en voz baja y limitarme a conseguir cierto silencio para que quien
quisiera pudiera trabajar.
Me pareció que saldrían mejor las cosas y los chicos
aprovecharían más, si se hacíamos una lectura en voz alta y yo podía ayudarles
a entender la historia.
Yo no había leído el cuento pero supuse que lo entendería en
una primera lectura con facilidad. Nada de eso. Aquello era difícil incluso
para mí. Y desde luego imposible si quería leer y a la vez vigilar que todos
estuvieran leyendo y no haciendo el tonto con el de al lado, el de delante o el
de detrás. No puedo entender como el profesor proponía una lectura tan poco
entretenida y tan difícil.
Los alumnos de segundo de la ESO y los de tercero son los
más difíciles de disciplinar. Todos los alumnos están insoportables a últimas
horas pero a última hora de un viernes aquello era un infierno.
El caso es que yo conozco al grupo, les doy Ciudadanía a
primera hora del lunes y a esa hora, naturalmente, los alumnos están formales,
atienden y trabajan.
El viernes pasé una hora horrorosa, pero lo peor no fue el
rato aquél, lo peor era el miedo que me entraba de pensar que al año que viene puedo
tener que dar clase a un grupo similar –si tengo mala suerte- a una hora
similar ¡todos los viernes del curso!
Y lo que es peor aún, con la nueva ley tendremos que dar
clase de la asignatura alternativa a la religión, no solo a los de segundo sino
en todos los niveles de la ESO. También primero, también tercero.
Para mí esto tiene una dificultad enorme porque los profes
de filosofía no estamos acostumbrados a esos niveles tan bajos. El curso más
joven en el que tradicionalmente hemos dado clase es cuarto de la ESO. El
grueso de nuestro horario ha estado siempre en Bachillerato.
La aparición de la asignatura de Ciudadanía nos obligó a
“bajar” a segundo una única hora semanal por grupo. La di los primeros años en
mi antiguo instituto pero hacía mucho que no daba el nivel de segundo y este
año, que me ha tocado darlo, he tenido tan buena suerte que tengo los tres
grupos a primeras y segundas horas. Una delicia.
La experiencia de ayer me ha metido el miedo en el cuerpo.
¿cómo será mi vida con la nueva ley? ¿Cómo será un horario en el que haya
montones de grupos de niveles bajos colocados por fuerza estadística a horas
infames? Asignaturas basura (de una hora semanal) con edades difíciles con las
que no estoy acostumbrado a trabajar.
Esto de la enseñanza es como la mili. Hay gente que tuvo un
destino privilegiado y apenas hacían guardias y otros hacían guardias un día sí
u otro también
Con la enseñanza sucede lo mismo. Hay institutos muy
conflictivos e institutos excelentes. Un instituto suburbial que recibe “objetores
escolares” de toda condición no se puede comparar a los institutos céntricos cuyos alumnos van a
Irlanda los veranos. Y dentro de eso hay
diferencias de unas materias a otras. En filosofía creo que siempre hemos sido
privilegiados porque la auténtica trinchera en la enseñanza está en los niveles
de segundo y de tercero, cuando aún están los alumnos que nunca terminarán la
ESO. Los que llegan a cuarto ya están cribados y en general reaccionan a la
reprimenda. En fin, no quiero ni pensar lo que me puede tocar cuando entre en
vigor la nueva ley.
Bueno, pero obligar a los chicos a perder el tiempo en asignaturas deliberadamente sin contenido para evitar que se les adoctrine hablándoles de civismo o que aprendan algo útil, está bien para que algunos tengan sus clase de religión donde se les enseña doctrina católica en horario lectivo, pagadas con dinero público y con profesores elegidos a dedo por una institución religiosa.
ResponderEliminarDigamos que lo de los viernes es tu aportación al mantenimiento de la aconfesionalidad de nuestro maravilloso estado.