25 octubre, 2012

VEJEZ Y DESEO DE MORIR.

Mis padres están muy viejos, 92 y 82. No han comenzado a morirse aún pero casi. No sé lo larga que va a ser esta etapa de mi vida pero mi mujer dice que más que el trabajo lo que me estresa de verdad es bajar a verlos a su casa. Es posible que sea verdad. Lo cierto es que la decrepitud es muy dura. Vivimos como si el cuerpo no fuera a estropearse nunca. Vivir la cercanía de una persona que no ve, que no oye, que tiene problemas constantes para hacer las cosas más sencillas de la vida diaria es penoso. Y eso que mis padres aún se lavan, se visten y se apañan solos. Que cuando llegue lo peor no lo quiero ni pensar.


Tengo tentaciones de ser crudo, de hablar en primera persona, como si no sintiera compasión. No voy a hacerlo. Yo no me escandalizo de sentir lo que siento, pero no quiero escandalizar a nadie. Voy a hablar genéricamente.

En la vida moderna los viejos sobran. Hay un momento en que ya no aportan nada. Ya no pueden prestar los servicios que antes prestaban. Ya no pueden dar mucha conversación porque repiten siempre las mismas cosas. Más que aportar son una carga. También es una carga enorme un bebé pero “hambre que espera hartura no es hambre ninguna”. El bebé está preñado de futuro y al ganar poco a poco independencia va liberando a los padres. En el caso de los mayores la cosa casi siempre va a peor y todos sabemos como va a terminar.

Aurelio Arteta, en su libro “Tantos tontos tópicos” destripa la falsedad de un montón de tópicos que usamos constantemente. Muchas de sus páginas han sido un descubrimiento enorme para mí (prometo hacer otros post con algunos de ellos), pero voy a copiar aquí algunas líneas cuya verdad ya conocía. No me han descubierto nada. Todo lo más me han confirmado en lo que sabía, lo que he descubierto con mis padres y viendo la vejez de los padres de otros. Y uno se alegra de haber pensado lo mismo que un tipo listo sin que él te lo haya dicho antes. Por cierto, para el que tenga tiempo aquí está la presentación del libro que hizo el periodista Santiago González.

Estas frases están entresacadas de las tres páginas que dedica a este lugar común y no tienen desperdicio. El trocito en negrita es mío para resumir lo anterior que falta.

YA HA DESCANSADO, EL POBRE.

Por lo general, no hay que dudar del verdadero afecto y piedad de quien pronuncia tales frases. De lo que cabe sospechar es de que el difunto, si fuera posible, las compartiera. […]

Pero lo cierto es que casi nadie ha preguntado al que iba a morirse si quería descansar para siempre o si prefería permanecer aquí cansándose lo que hiciera falta. O sea, a prolongar su agonía y, de paso, la nuestra. […]

Es de creer que quien descansa de verdad con esa desaparición es el superviviente, y más aún quien le ha acompañado en sus últimos días. El vivo es quien traduce su propio agotamiento en el debido descanso del muerto. Lo cierto es que el vivo no aguantaba más. […]

(no solo el esfuerzo de cuidarlo) Lo que ya no podía soportar era el espectáculo de la muerte del otro, en la medida en que, inevitablemente, era la escenificación con ligeras variantes de la suya próxima. […]

Y no cabe descartar que de pronto nos sobresaltemos por habernos gozado, en algún rincón de nuestra alma, de que por fin todo haya acabado y aquel prójimo –gracias a alcanzar su paz eterna- nos deje realmente en paz. […]

Lo más llamativo de todo este proceso es el facilidad con la que acogemos la muerte (al menos la del otro, porque ya veremos cómo aceptamos la propia).



Y quería contar una anécdota sobre mi padre que confirma la primera frase de Arteta que he copiado.

Un día mi padre le dijo a mi cuñado que es muy creyente y con quien tiene mucha confianza que él se quería morir. Mi cuñado le dijo que si eso era cierto podía pedirle a Dios que se lo llevara con él.

Mi padre se quedó muy sorprendido.

¿Puedo hacer eso? Preguntó.

Si. Respondió mi cuñado. “Tú no vas a suicidarte pero puedes desear querer morirte y puedes pedirle a Dios que te lleve.”

Mi padre le dijo que iba cambiar su oración y que a partir de ahora pediría eso.

Esto me lo contaba mi cuñado y no han hablado del tema después. Aunque creo que mi padre ha cambiado de actitud. Ahora tiene más ganas de vivir. Se ha replanteado si de verdad quiere morirse. Y ha respondido que no. Se ha dado una prorroga de momento. Siempre hay tiempo para querer lo peor. A veces cuando se te va a cumplir un deseo te das cuenta de que no querías que se concediera, lo que querías era vivir deseándolo. O vivir diciéndote que lo deseabas, aunque no fuera verdad. Creo que eso es lo que le ha pasado. Las palabras de mi cuñado han sido un revulsivo.

Y termino con una frase de Arteta. Una verdadera joya.

“Las más de las veces, lo que expresa el viejo al proclamar su deseo de morir es ante todo su irremisible desolación. {…} Se siente tan solo, que aquel deseo viene a ser su reacción natural. No digo que seamos capaces de reparar semejantes desarreglos y colmar cada uno de sus vacíos. Digo que todo ello representa una señal de socorro que nos lanza, y que nuestros duros oídos y el habitual ajetreo que nos lleva a abandonarle tienen parte en su resignada llamada a la muerte como única salida.“

2 comentarios:

  1. Creo que Arteta tiene toda la razón: nos autoengaños creyendo ser piadosos con los ancianos, cuando en realidad nos movemos más por cuestiones prácticas o por auto-piedad. Pero es una mentira necesaria. Creo.
    Tu padre me ha recordado al mío aunque el mío tiene "solo¨ 80 años. Ya es imposible tener con él una conversación coherente porque todo intento acaba en monólogo donde él recita poesía o cuenta anécdotas oídas mil veces, sobre todo de su infancia y juventud. Se le nota que tiene un miedo atroz a la muerte. Siempre fue creyente pero con la vejez se ha vuelto piadoso en extremo. La cosa es que ahora mi padre vive en un estado mental completamente diferente a los que los rodean, porque para él la muerte ya "es" una certeza (aunque a lo mejor vive veinte años más, quién sabe) mientras que por ejemplo yo todavía tengo esa certeza escondida en algún lado de la psique. Eso pienso cuando voy a verlo (menos de lo que debiera). Se me ocurre que como sociedad hemos perdido algo escondiendo la muerte, pensando que es algo de lo que no se debe hablar. Creo que ayudaría que la tuviéramos más presente en nuestras vidas, no en plan morboso, pero sí como parte de la misma vida. Para acercarnos más a ese estado mental de los viejos, como una especie de acercamiento inter-generacional quizás. No sé. (Me ha salido un comentario un poco "halloween").

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  2. Parece ser que los ermitaños de otros tiempos tenían una calavera cerca para recordar que iban a morir, o así los pintan al menos en la historia de la pintura. Desde luego llevas razón que se oculta la muerte en nuestro tiempo. Por eso quizás aún nos es más chocante y doloroso verla anunciada en nuestros padres viejos. Aunque supongo que es dolorosa siempre.
    En fin si pudiéramos vivir con ella presente los pequeños males de la vida quedarían relativizados. Pero parece que eso es imposible. Quizás el animalito humano no puede creerse que va a morir para poder vivir tranquilo.
    Dices que “menos de lo que debieras”. También yo tengo esa sensación. Por otro lado uno no puede sustraerse a la creencia general de nuestro modo de vida y está claro que a uno se le ocurren mil cosas más útiles que hacer que dedicar tiempo a los ancianos. Hace poco encontré a una compañera de la escuela de idiomas, una mujer de mi edad, que me dijo que este año no iba a estudiar inglés porque su madre estaba ya vieja y requería su atención. Creo que al final se nos contagia la lógica del usar y tirar también para las personas. Son como una radio averiada, ya casi no se escucha pero sigue haciendo ruido y ocupando espacio. Si algún día se impone la eutanasia no serán los moribundos los que la pidan, serán los que quieren seguir viviendo tranquilos los que la hagan posible.
    Es algo misterioso el valor de un anciano. A mí me parece que hace falta la actitud de una especie de Teresa de Calcuta para poder tratar con amor y paciencia a los ancianos. Quiero decir que él sigue siendo “ALGUIEN” aunque cada vez es menos aquél que te aportó tanto en la vida. Y no se cómo puedo decir esto si mi padre no ha perdido la cabeza ni nada.
    Gracias por tu comentario.

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