19 junio, 2008

PRIMAVERA

El animal está inquieto. Tiene delante una hembra joven, un espécimen hermoso ideal para el apareamiento, y lo mira de hito en hito sin decidirse. En primavera es sabido que el buen tiempo favorece estas cosas, pero el animalito se consume en su deseo sin pasar a la acción.

El animal está inquieto. La presencia tan cercana de una hembra disponible despierta en él instintos atávicos, instintos que han sido cincelados a fuego en su código genético durante multitud de generaciones a lo largo de millones de años. Machos como él, antepasados suyos, montaron a hembras fértiles y sanas, o al menos suficientemente sanas como para darles descendencia y pasar sus genes (parte de ellos) a la generación siguiente.

El animal está inquieto. No es que piense en dejar más descendencia, ni siquiera piensa en el ayuntamiento directamente. Únicamente se demora mirando al ejemplar del otro sexo que tiene delante y experimenta sensaciones que cree que podrían quedar muy satisfechas con él.

El animal está inquieto. Sentado en su silla apenas puede concentrarse en los exámenes que está corrigiendo. La mujer que tiene en frente en la mesa de la biblioteca pública está claro que viene de un linaje de mujeres fértiles y hermosas y le proporcionaría una descendencia numerosa amén de algunos momentos de placer efímeros pero muy intensos.

Él es casi cincuentón y tiene el presentimiento de que muy pronto estas hembras le estarán vedadas. En realidad ya no son para él aunque siga agitándose en la silla y dándole vueltas a los deseos dentro de su cabeza.

Es primavera, el animalito está inquieto.

1 comentario:

  1. Niño, si me creía que habías cerrado el blog...hay que ver qué despiste.
    ¿Vas a venir a Arenas?...avisa, plis.
    Andrés Ibáñez estuvo en las Jornadas, genial el tio.
    Ala, besos

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