03 octubre, 2007

SECOND LIFE




Doy clase en el instituto de un pueblo. Explico filosofía en diferentes curso de la ESO y Bachillerato, en el instituto de un pueblo, tomo café con mis compañeros (yo, una caña), tengo una mujer, también profesora, y unos hijos...

Pero muchos ratos, por la tarde, por la noche, cuando aparece ante mí una pantalla de ordenador, sin casi darme cuenta y sin que casi se den cuenta los otros, me transformo.

Me convierto en Loiayirga, autor de un blog, y comentarista en otros varios. También Loiayirga es profesor de filosofía pero sólo vive a través de palabras. Loiayirga habla de mi vida y dice las cosas que yo pienso pero de alguna manera es otro distinto de mi mismo y conoce a gente que yo no conozco en mi vida real.

Soy un tipo propenso a las adicciones. No tengo sentido de la medida y cuando me entrego a algo lo hago con vehemencia. Yo muy feliz siendo Loiayirga pero a veces me canso de que Loiayirga ocupe tanto tiempo en mi vida. Y como no tengo término medio sólo se me ocurre matarlo del todo. Aunque hoy no me pasa eso.

Lo que más me cuesta entender es que la gente que me conoce en la vida real le preste tan poca atención a Loiayirga. Yo no quiero ser pesado pero de vez en cuando se lo recuerdo...¿Has mirado mi blog en Internet? Siempre me encuentro con respuestas corteses pero rara vez se traducen en un interés real por Loiayirga. ¿Es que no se dan cuenta que yo ya no sería yo sin Loiayirga? ¿Es que no les importo yo?

En mi relación con un amigo encontré la respuesta a estas preguntas. Se trata de otro profesor al que el curso pasado dieron traslado. Un traslado es algo muy importante: cambias de casa, de ciudad, de centro de trabajo. El caso es que en una primera adjudicación le concedieron el traslado (lo felicité por teléfono) y pero habrían de pasar unos meses hasta que aquello se confirmara y el cambio fuera definitivo. Aún podía ir para atrás o incluso mejorar su destino.

Pasaron los meses y cuando llegó el verano lo llamé por teléfono. Y justo antes de hablar con él, cuando estaba yo pensando cómo recordarle por enésima vez mi blog (y dolido ante la casi seguridad de que apenas si lo habría mirado algún día) me di cuenta de que no me había vuelto a acordar para nada de su traslado. Cuando había pensado en él sólo lo había hecho como posible lector de mi blog. ¡Qué inocencia! Tan presto a hablar, Loiayirga es incapaz apenas de escuchar, tan vuelto sobre su ombligo piensa que se ocupan poco de él, sin darse cuenta que lo hacen mucho más que él de las vidas de los otros.

Siendo tan egocéntrico ¿sería justo que me disgustara porque muchos amigos no miren el blog todos los días?





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A veces en alguna conversación se me enciende una lucecita y me doy cuenta. Cada uno de los que habla cree que lo que él tiene que contar es LO AUTÉNTICAMENTE INTERESANTE. Loiayirga no iba a ser una excepción.

4 comentarios:

  1. Me gusta que hayas tenido la delicadeza de recordarnos lo egoistas que somos poniéndote tú mismo como ejemplo.

    De todas maneras me sigue llamando mucho la atención que tu mujer no lea el blog; a mí me gusta leer todo lo que escribe Pablo (salvo los apuntes y la nota de la compra, claro).

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  2. Creo que dedico como una décima parte del tiempo que tu a la blogsfera. Me maravilla que seas capaz de leerte el blog de Sarapo hasta el punto de responder a un comentario mío de un dia anterior. Yo no sigo diariamente ni el tuyo ni el de Sarapo ni siquiera el mío, vaya.

    PD. la entrada suprimida era esencialmente esta pero con algún error de ortografía.

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  3. Ana, tengo que pensar sobre eso que dices. Sobre el segundo párrafo quiero decir.

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  4. Hablo con Angel y me dice sobre este asunto una cosa definitiva:

    El que no está en internet no está en internet.

    Es cierto. En realidad esa es la clave.

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